Reseña de Ironsword - None but the Brave - Shadow Kingdom - 2015
Ironsword es una de esas raras gemas del metal mundial. Son de Portugal, un país que no es famoso por ser uno de los centros neurálgicos del metal (aunque tiene sus bandas ¿a quién no le gusta Midnight Priest?). Además jamás han gozado de cotas altas de popularidad y es otra de esas agrupaciones que caben bien en la categoría “grupo para conocedores”. No voy a entrar en la monserga clásica de que deberían ser conocidos por más gente ya que lo merecen. En el mundo del metal hay muchos que merecen más conocimiento del que son objeto pero eso ya no tiene remedio. Sin embargo lo importante es que tienen una propuesta de calidad y acaban de lanzar este notable trabajo, None but The Brave.
Ironsword practican epic doom metal. Ese cruce entre la pesadez y morosidad grave del doom y las marchas épicas del heavy clásico. Es un ritmo a caballo entre dos estilos que aparentemente deberían oponerse pero que, sin embargo y con talento suelen conjugarse y crear una propuesta sólida. Estos portugueses no son novatos en el mundo del metal.
Formados por la iniciativa de su vocalista y guitarrista Joao Fonseca en el contexto difícil hacia el metal clásico de 1995 (en plena época del rock alternativo) como una iniciativa personal, la banda ya puede considerarse veterana. Tienen en su haber 4 discos larga duración, Iron Sword (2002), Return of the Warrior (2004) y Overlords of Chaos (2008) que, pese a los constantes cambios de alineación que solo han dejado a Fonseca como único integrante constante, han sido recibidos como un evangelio por sus seguidores y ninguno de ellos tiene desperdicio. Ya tenemos acá el quinto.
La banda es en realidad expresión de los gustos y motivaciones de Fonseca, quien deseó crear un grupo centrado en los sonidos clásicos del heavy y el doom clásicos. Su propuesta se mueve entre dos grandes referentes: Manilla Road y Iron Maiden, dos gigantes sin lugar a dudas, sin embargo también se siente la huella de otros como Judas Priest, Omen y Saxon. Este disco es la mejor expresión de ello. Un trabajo de doce temas muy característicos de su estilo: epic doom con riffs melodiosos, temas cortos, fantasía heroica, Robert E. Howard, batería sencilla, bajo en línea protagónica, voz rasposa y obscura y guerreros de una legendaria y ficticia edad de hierro.
Este None but the Brave en particular, más allá de la omnipresente influencia de los Manilla Road en todos los temas, nos ha sonado muy a lo Maiden en varios aspectos. En primer lugar la fuerza de la línea del bajo, en esta ocasión a cargo de Aires Pereyra (Malevolence, Moonspell), que remite a como sonaba Steve Harris en los primeros discos de la Dama, sobre todo en el Piece of Mind. Pero no solo eso, hay una serie de temas con partes tipo Maiden como son Ring of Fire, The Usurper, Army of Darkness y Cursed and Dammned. Pero hay otras influencias claras, None but the Brave, por ejemplo tiene una tónica más punk o Betrayer que se mueve más a partir de Judas Priest o Accept.
Otra característica de este disco es el juego a dos voces muy especial que realiza Fonseca junto a su actual baterista, Joao Monteiro. Mientras la del primero es densa y áspera (como siempre) la del segundo es más suave y normal: una aplasta, la otra se desliza por el tema.
En el plano de la guitarra no hay muchos cambios con respecto de sus discos anteriores pues el músico es el mismo Fonseca y ya sabemos que es lo que le gusta ofrecer: la escuela vieja de la efectividad de los solos de siempre y los riffs eternos. Quizás esta vez le ha prestado más atención a las melodías que a los ritmos, pero el resultado es muy bueno.
Con respecto de los temas en sí, nos han gustado todos pero hay que prestarle atención a la apertura Forging the sword, con una entrada pesada muy a los Reverend Bizarre que sin embargo desemboca en algo más parecido a los Manilla Road del Cristal Logic; Rings of Fire, la más clásica de todas; None but the Brave, el más original y variado del conjunto y The Shadow Kingdom, pieza sombría y épica que alude a la primera historia de la saga de Kull, Robert E. Howard (y también es el nombre del actual sello de la banda, dirigido por los Manilla Road, los discípulos al lado de los maestros).
No quisiera, a pesar de lo dicho, que lo que hace Ironsword es una especia de recopilación de influencias. Obviamente su propuesta nace de una admiración a esos trabajos, pero la banda ha conseguido crear su propio sonido y su propia especial manera de interpretar el metal de siempre, algo que se deja ver en todo el concepto y en la voz de Fonseca que avanza imperturbable por toda la placa.
Finalmente, estamos ante un trabajo mayor de una banda menor, en cuanto a convocatoria, que guarda todo el interés para una apasionado del metal hambriento de conocer más de lo verdadero que se sigue editando y componiendo. Lo particularmente difícil de digerir para muchos podría ser la pesada y monótona voz de Fonseca, que para un doomster headbanger es, claro, uno de los alicientes para no perderles el rastro. Lo extraordinario es todo lo demás.