Xentrix - Bury the Pain - Listenable Records - 2019
Desde mi adolescencia sentí una extraña debilidad por la escena thrash británica, de la que en aquel entonces en realidad sabía muy poco. Con los años llegaron los discos, las descargas y las lecturas (debo recomendar a este respecto Contract in Blood, de Ian Glasper, una cumplida historia testimonial del thrash metal del Reino Unido) aprendí bastante de ella y, la verdad, sigue pareciéndome una inclinación algo extraña. El thrash británico fue a la vez mucho y poco. Por un lado tuvimos bastantes grupos que respondieron a la pegada que significaron Slayer, Metallica, Testament y Anthrax en los 80, de manera casi simultánea a ellos, y que tuvieron pequeñas carreras de dos discos bastante promocionados en su tiempo, aunque de escaso impacto mundial; por otro, salvo el caso muy específico de Sabbat y quizás Atomkraft, casi todas estuvieron lastradas por un sonido demasiado mimético con el de las bandas estadounidenses, a caballo entre San Francisco y Nueva York. Quizás por haber constituido una especie de serie B del thrash mundial detrás de americanos (hablo de todo el continente) y alemanes, nunca ninguna de sus agrupaciones alcanzó ninguna forma de estrellato, salvo la que se reserva a esa clase de productos: volverse bandas de culto para unos pocos.
Efectivamente, a partir de los 90 conforme los grandes nombres fueron cayendo en trabajos cada vez más infumables para los metaleros (te estoy viendo Big Four), mientras el groove y el apanteramiento se iba comiendo lo que alguna vez fue la escena thrash metal (en realidad sustituyéndola), los fieles comenzaron a ver en dirección de las bandas “menores” entre las que estaban la vieja escena inglesa ya muerta por aquella época; así Hydra Vein, Sabbat, Xentrix, Lawnmower Deth, Slammer, D.A.M. y otros conocieron el interés que les había resultado esquivo en sus épocas originales. Esto se multiplicó en la primera década del siglo XXI cuando tuvo su inicio el retrothrash, fiebre que se ha mantenido con cierto vigor por cierto. Y de entre todas esas bandas veneradas en la actualidad una de las más referidas es Xentrix quizás, porque sus dos trabajos emblemáticos de fines de los 80 fueron buenos ejemplos de un thrash metal directo, pulcro, bien acabado y estuvieron bastante bien producidos, para los estándares de la época habituales entre las bandas que no manejaban los presupuestos de las estrellas.
Xentrix nació en la ciudad de Preston, en el Noroeste de Inglaterra, en 1986, con el nombre de Sweet Vengeance producto de la iniciativa de Chris Astley guitarrista, vocalista y principal compositor de la banda, quien comenzó a reclutar miembros para una agrupación que intentaba emular el sonido thrash que por entonces se expandía dentro de los medios metálicos ingleses. Mediante un trabajo intenso lograron fichar con Roadrunner, el sello independiente del metal más influyente de la época, y, a su sugerencia, cambiaron el nombre a Xentrix (no significa nada específico; suena algo a excéntrico, la idea fue del sello y le agradó a la banda por sonar diferente). En 1988 grabaron un importante y efectivo disco, Shattered Existence, de la mano de John Cuniberti (Vio-lence, Forbidden, Joe Satriani), que fue muy bien reseñado en la época y les valió intensas giras en Inglaterra al lado de Sabbat y Slammer y abrir para Testament, Slayer y cuanta banda exitosa del género girase por Reino Unido. El cielo pareció estar al alcance, por un breve momento.
Muchos años pasaron. En sus momentos más álgidos lograron llenar varias veces el Marquee, incluso como cabeza de cartel. Nunca pudieron dar el siguiente paso y girar por Estados Unidos, o Japón: la estructura discográfica de la época lo impedía. Sacaron discos malos, discos buenos. Se estrellaron con el hecho de que en cierto momento ya nadie quería escuchar thrash; luego, que todos querían de nuevo escucharlo. También pecaron como casi todos y tuvieron su disco groove/nü metal a lo Machine Head (Scourge-1996). Lo cierto es que luego de varios años dando tumbos, volviendo y retirándose, por fin han sacado un álbum del thrash metal que queremos y amamos (al menos una buena parte de él). Bury the Pain es un buen trabajo de retorno y que debería no solo ponerlos en el mapa sino abrirles la oportunidad que en su época les fue tan elusiva. Poder girar por el mundo (yo al menos espero que alguien los traiga por acá y verlos aunque sea en El Calabozo).
Los dos discos que cuentan como referente para esta banda son el ya citado Shattered Existence (1989) y el For Whose Advantage? (1990) además de un par de EP’s luego de cada uno de ellos. La alineación de aquel entonces estuvo formada por Chris Astley, voz y guitarra; Kristian Havard, guitarra; Dennis Gasser y Paul “Maca” McKenzie en la batería. De ellos, solo quedan Gasser y Havard. En reemplazo de los demás en el álbum han tocado Chris Shires en el bajo y Jay Walsh en las voces, de hecho el cambio más significativo pues la voz suele ser el elemento más carismático en una banda y en el caso de Xentrix el estilo de Astley, muy basado en Hetfield, les identificaba bastante.
Xentrix Bury the Pain
En su época la banda se caracterizó por practicar una forma de thrash metal que tenía como referentes principales el Metallica del Master of puppets y And Justice for all; los Testament del Practice what you preach y el Anthrax del Spreading the disease. Esta influencia se mantuvo hasta principios de los 90 y si algo distinguió su sonido fue que tenían una vena más heavy y que gustaban de dar sorpresas, como cuando sacaron una versión speedica del tema de la cinta de los Cazafantasmas. Lo que tenemos en este disco es una versión modernizada de esos trabajos, aunque con menos elementos heavys, más enfocado en el thrash que nunca y más contemporáneo. Se nota mucho el esfuerzo por crear temas con personalidad propia. En realidad es complicado decir si lo logran o no. No sé si dentro de un año seguiré escuchando este disco, no sé si alcanza como para obtener un puesto permanente de escucha en medio de la avalancha de discos que tenemos hoy en día. Pero al menos alcanza para estos días. Si algo bueno se puede decir es que este disco puede alimentar tus odios con bastante eficacia, eso ya es un punto a favor.
La voz de Walsh es más dura que la que tenía Astley lo que de alguna manera le da un aire diferente a este trabajo. Puede que en general eso haya favorecido al conjunto. Las guitarras de Havard están en gran nivel y son uno de los motivos más importantes para dedicarle tiempo a Bury the pain ya que continúan arrojando solos de primer nivel, aunque creo que en menor cantidad. Los riffs en general están acertados y hacen buen contrapunto con los cambios de nota de en el canto de Walsh, algo que hace interesante la escucha. También hay algunas incursiones acústicas, muy bellas la verdad y que permiten darle variedad al conjunto (la entrada de The one you fear es quizás el mejor ejemplo). El bajo está muy marcado, es fácilmente perceptible y traza sus propias líneas no necesariamente a la par que las guitarras, como ejemplo el tema The truth lies buried, quizás el más complejo del álbum, aunque podría no ser del agrado de todos debido a su cadencia groove en el riff.
En el apartado de los temas, lo más pesado de digerir para muchos será descubrir que en varios cortes la influencia groove/nü metal no se ha ido del todo y que permanece primordialmente en la guitarra de apoyo con esas horribles arrastradas, felizmente momentáneas, que son abandonadas por adecuados marcados thrashers de la batería. Los temas Bury the pain, There will be consequences. Bleeding out, World of mouth, Deathless and divine y The one you fear son expresiones de irreprochable y ortodoxo thrash metal. Lamentablemente Let the world burn, el corte final Evil by desing, y sobre todo The red mist descends adolecen de una excesiva prevalencia groove “moderna” que puede arruinar la escucha a un exigente fan clásico del thrash. Aun así, quien no tenga problema con esos sonidos, encontrará el disco entero excelente.
Más allá de eso, en general el álbum les ha quedado disfrutable y es un retorno valioso. Quizás el mejor de alguna banda thrasher británica. Ya perdí la esperanza de volver a ver a unos Sabbat o a unos Slammer.
La producción ha corrido a cargo del gigante Andy Sneap, compañero de batallas en la escena británica pues él mismo fue guitarrista de Sabbat, quién ha sabido cómo dar el timbre perfecto a cómo debe sonar una banda de thrash sobre todo en estos tiempos. La portada es de esas que hacen que mires inmediatamente en dirección del disco, fue hecha por quien ya es un grande del arte gráfico headbanger, Dan Goldsworthy, que ha trabajado carátulas tan buenas y memorables como Human remains, de Hell; Blind rage, de Accept o Now grave but the sea, de Alestorm, entre varios otros.